Cuerpos metamorfoseados, monstruos, híbridos con múltiples extremidades. La obra de Marina Nuñez muuestra estas transmutaciones a través de unas grietas, abiertas, como puertas a la reflexión.
Su ‘ciudad sin fin’ con una atmósfera entre siniestra y algo metafísica, plagada de ojos, que lejos de ser amenazantes, se disponen en la escena en un moviendo fluctuante, distraído, como una mirada perdida en un trance de introspección personal.

Pretende transportarnos a una dimensión diferente, pero no lejana. De hecho mucho más cercana de lo que podemos interpretar en un principio. La artista quiere plantear muchas preguntas a través del ejercicio de la visión, que es clave para comprender su trabajo.
El fuego y el ojo
El eje central de la obra se centra en la imagen del ojo humano, en su multiplicidad y lo que este quiere decir. La forma de ver las cosas, los diversos puntos de vista sobre la pasión y las relaciones humanas, que son cambiantes y dinámicas, es lo que nos conduce directamente a otro de los componentes claves de este trabajo: el fuego.

‘El infierno son nosotros’ es un vídeo monocanal que representa uno de los mensajes principales de la obra. Su título es una frase adoptada de la original sartreana “L’enfer c’est les autres” (“El infierno son los otros”), que tiene que ver con el mayor sufrimiento del hombre, que no viene de dentro sino de afuera, de los seres queridos. Nuñez lo interpreta al revés y expone que el infierno se encuentra en nuestro interior, en nuestro fuego más íntimo.

La sala Alcalá 31 recoge este trabajo visual en sus dos plantas, la plataforma Pedagogías Invisibles fomenta la participación activa y se encuentra presente para promover, entre otros, este espacio.